Sarita Montiel no morirá nunca.
Sara Montiel ha muerto el mismo día que María Félix, otra gran diva del Cine Mexicano.
En la España de peinetas y sotanas, surgió una estrella que vino a relevar a Imperio Argentina como diva del cine español.
Mujer de excesos y excesiva, "Saritísima", como la calificó Terenci Moix, siempre pecó de hermosa, de carismática, de magnética, de barroca, de clara y rotunda.
Sara nunca tuvo un Goya, porque Sara merecía un Velazquez. Sara ha sido musa de pintores, de directores fílmicos, icono gay, mujer turbadora de portadas de Interviú y de calendarios de camioneros.
Sus alhajas, sus puros, sus maridos, sus amantes y su estilismo de diva la han acompañado hasta el último instante de su densa vida.
Estrella de día, estrella de noche, de joven y de madura, en la pantalla y en la calle, así era Sara Montiel, una diosa que no te la puedes imaginar comprando carne en una tienda.
Un estrellato que lleva un halo de misterio y divinidad imposible de ver hoy en día . La ruina de los actores actuales es que están envueltos en una estúpida competición por llegar a ser más mortal que los mismos mortales, por quien lleva menos maquillaje en la calle,por quien va más casual a la gasolinera. Lo peor es que las viejas estrellas siguen cayendo, y no surgen relevos, porque las estrellas no quieren ser estrellas en la pantalla y en la calle. No entienden que para mortales ya estamos nosotros, que de su halo de divinidad dependen nuestros sueños.
Antonia lo sabía, Antonia era Sara Montiel las veinticuatro horas, y llevó su cometido hasta el final.
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